En el parking, casi solitario, de aquel pequeño supermercado, donde se contempla El Abajón, renové esta tarea amable de escribir pensando, sabiendo que bien puede dar sentido a una vida que se escapa tantas veces en minucias urgentes e inútiles.

Desde el altillo del hogar me conecto a internet y se abren mares y horizontes nuevos: museos, paisajes, bibliotecas, música, diversión, conversaciones, conocimientos, mil y un colores, mil y una idea, … De repente se sitúa al lado mi hijo mandón de seis años queriendo jugar con su padre a las chapas. Y aquél universo de luz, música y ciencia simula quedar olvidado porque reaparece de nuevo encarnado en aquel juego de chapas familiar.