Uno de los méritos de Tomás de Mercado y de otros autores de la Escuela de Salamanca es que figuran entre los primeros que formularon la idea de la relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios. Qué parte del mérito de este descubrimiento corresponde a ellos y cual a autores extranjeros, sobre todo a Jean Bodin, es cuestión polémica. Larraz, en su mencionado libro, se ocupó ampliamente de ella y opinó que la mayor gloria corresponde a los españoles. No vamos a tratar de esta cuestión, porque nos alejaría demasiado del tema de nuestro estudio.

Lucas Beltrán, Ensayos de Economía Política, nº 14, Madrid, Unión Editorial, S.A., 1996.

Los límites de esta escuela son, naturalmente, vagos. Es posible fijarse preferentemente en sus aportaciones a la ciencia jurídica o en las que hicieron a la ciencia económica. Siguiendo al profesor Nicolás Sánchez Albornoz, en su prólogo a la moderna edición de la ‘Suma de tratos y contratos’ de Tomás de Mercado, podríamos entender por Escuela de Salamanca solamente a un grupo de autores que profesaron en aquella Universidad, o incluir además en ella a círculos de pensadores de otras ciudades que fueron influidos por aquéllos. En el primer sentido, la escuela estaría constituida por Francisco de Vitoria (al que podemos considerar fundador), Tomás de Mercado, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta y Diego de Covarrubias. En sentido un poco más amplio, podríamos añadir a ellos a Bartolomé Medina, Miguel de Palacios y José Anglés. Un poco más alejados estuvieron Domingo de Báñez, Luis de Molina, Pedro de Ledesma, Juan de Salas y el portugués Manuel Rodrigues. Con un criterio más amplio todavía, haríamos entrar en la Escuela de Salamanca a los castellanos Cristóbal de Villalón, Luis de Alcalá, Luis Saravia de la Calle, Juan de Medina, Bartolomé de Albornoz y Luis López, y a los valencianos Francisco García, dominico, y Miguel Salón, agustino.

Lucas Beltrán, cp. XIX Sobre los orígenes hispanos de la economía de mercado. Ensayos de Economía Política, nº 14, Madrid, Unión Editorial, S.A., 1996.

 La transformación económica del mundo en los últimos doscientos años es conocida por todos, pero no suficientemente apreciada. El libro de Adam Smith ‘Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones’ proclamó en 1776 las ventajas de la economía de mercado, de la libertad para producir bienes, cambiarlos y consumirlos, y sus efectos beneficiosos fueron de una magnitud de la que pocos se dan cuenta.                
Antes de 1776 la vida de la gran mayoría de los hombres era corta, pobre y dura. En Europa, las hambres y las pestes barrían las naciones cada treinta años aproximadamente. En Francia, en vísperas de la Revolución, el ochenta por ciento de las familias destinaban a pan el noventa por ciento de sus ingresos. Y Francia era entonces el país más rico del mundo. Los viajeros europeos que se atrevían a visitar las tierras de Asia y África encontraban allí manifestaciones de miseria más intensas que las que estaban acostumbrados a ver en sus países.
 La visión de la realidad económica anterior al siglo XVIII está deformada por las obras de arte de aquel tiempo que han sobrevivido: los palacios, las pinturas, las esculturas, los muebles, las joyas. Pero estas maravillas eran la consecuencia de unas diferencias de rentas entre las personas muy superiores a las actuales. Tales obras de arte las disfrutaban solamente una pequeña minoría de la población. La mayor parte de los hombres y mujeres pasaron por el mundo consumiendo muy poco y sin dejar rastro de su miseria.
 Las ideas de  Adam Smith tuvieron general aceptación, los gobiernos inspiraron sus leyes en ellas y sus resultados fueron asombrosos.  En Inglaterra los salarios reales doblaron entre 1800 y 1850 y volvieron a doblar entre 1850 y 1900. Al mismo tiempo, en el siglo XIX, la población inglesa se cuadruplicó. En Estados Unidos la libertad económica, juntamente con la libertad política y la democracia, fueron proclamadas principios de la vida del país desde su  independencia, e hicieron de él el más rico estable y poderoso del mundo. En las demás naciones existió un estrecho paralelismo entre la intensidad de la aplicación de la economía de mercado y la rapidez de su desarrollo económico. Estos procesos han continuado hasta hoy, a través de crisis y alternativas: la libertad política, la libertad económica, la estabilidad social y el bienestar popular han ido casi siempre juntos. La intervención del Estado en la economía, la tiranía, el desorden y la revolución han estado también asociados.
Lucas Beltrán, Op. cit., pp. 234-235

2.3      Tomás de Mercado.

2.3      Tomás de Mercado.  Lucas Beltrán nos refiere esta sencilla y sugerente semblanza de Tomás de Mercado[1]:  Este autor nació en Sevilla, en fecha desconocida, pero sin duda próxima a 1530. Muy joven fue a América y, en la ciudad de Méjico, ingresó en la Orden de Santo Domingo. Durante un tiempo ejerció el… Seguir leyendo 2.3      Tomás de Mercado.